sábado, 13 de octubre de 2007

Cartagena de Indias - EPILOGO

En el Coro Bar, Hotel Sofitel Santa Clara
Sandra en el Restaurante San Pedro, con su look a lo Bo Derek
Parada tecnica en el Castillo de San Felipe

Y tras el paréntesis de playa y una pequeña escalada al Castillo de San Felipe, que aparte de su espectacular tamaño lo único digno de mencionarse es la vista y un guía ambulante que vendía sus servicios disfrazando a los turistas de piratas para tomarse fotos y que después de aceptar la foto no hay forma posible de desprenderse de él.

Y cayó nuevamente el atardecer y este animal nocturno sintió su energía renovada para continuar una noche más de exploración de la jungla urbana… Y continuamos nuestro tour en el Hotel Santa Clara (http://www.hotelsantaclara.com/inicio.htm) de la cadena Sofitel y que ha sido acondicionado dentro del Convento Santa Clara, destacando su carácter colonial pero con toda la sofisticación francesa. El lugar es digno no solo de conocer si no hasta de ir a comer, pero en nuestro caso, sin saberlo fuimos a dar a uno de los mejores lugares que he visitado en esa vacación: Bar El Coro, ubicado dentro del hotel, y que a las 6 de la tarde tenía un ambiente etéreo, con sus sillones blancos minimalistas de corte bajo y pequeños otomanos de colores a su alrededor. Al fondo había un cortinaje alto de colores cremas y naranjas que sin existir ninguna corriente de aire, se movían en un eterno baile dando la sensación de tranquilidad, pues era un movimiento muy suave, muy sutil. Qué mejor que iniciar la noche con un Cosmopolitan en mano y música Chill-Out (el género tranquilo o ambiental de la música electrónica, que descubriera “allá en París” en el Budha Bar, luego en Santorini y en Barcelona. Ese para mi era el verdadero paraíso. Música del mundo, nada de gente a esa hora, el lugar únicamente para nosotros, en una estructura colonial, donde a lo mejor las monjas cantaban el Coro durante la ceremonia dominical. Como dije antes, todo es cuestión de gustos.

La hora de la cena llegó y tratamos de conseguir mesa en el Restaurante San Pedro, en la Plaza de San Pedro Claver, donde nuestro amigo Julio Marenco había recomendado cenar un salmón a la mandarina, el cual nos quedamos con las ganas de probar ya que muy ilusamente no habíamos hecho reservación, más sin embargo nos ofrecieron acomodarnos en el sushi bar con el que cuenta el mismo restaurante en un lateral, pero cuyo menú es muy diferente y donde no se puede ordenar el afamado salmón. Era como una continuación a nuestra experiencia Chill-Out ya que era la música que llenaba el ambiente, y la decoración sumamente fastuosa, entre turca, marroquí o arabesca, y donde concluimos con Sandra que el efecto llamado globalización ha marcado tanto nuestra sociedad moderna que estábamos en un restaurante llamado San Pedro, en el sushi bar, cuyo menú consistía en delicias japonesas o paninis italianos, sentados en sillas arabescas, con una decoración roja con inscripciones japonesas, unos pescados rústicos colgados de la pared (que sinceramente no tenían nada que hacer ahí) y viendo una ciudad colonia a través de las ventanas, escuchando música hindú o tango electrónico…. Su servidor cenó unos sushi rolls y Sandra un panini italiano, y había caído nuevamente la noche… Y como queríamos evitar sorpresas ante los lugares que ya habían enriquecido nuestros sentidos desde las 6 de la tarde, decidimos regresar al Coro Bar, donde nos habían dicho que un bar bogotano llamado Sirocco, tenía la administración especial del lugar solamente por Semana Santa o por algunos meses en el verano, así que tenían DJ’s traídos de Bogotá para amenizar la fiesta. Y creo que se cumplió nuestro cometido, pues a cierta hora cerraron las puertas del Coro Bar y el lugar se convirtió en una discoteca donde la gente bailaba donde podía al ritmo de música electrónica muy bien mezclada y al calor de las cervezas Peroni, lo único disponible parecido a la Heineken y que consideré como una premonición para mi siguiente viaje que se realizaría 15 días más tarde.

El domingo es del Señor y es para descansar, o por lo menos el Todopoderoso con su fuerza natural nos mandó una tormenta tropical y torrencial que nos obligó a quedarnos en la habitación viendo casi completa la película Titanic (acuérdense que dura 4 horas) y que la mínima expresión del ser (como dice Douglas) se hubiese quedado satisfecha si la pobre tripa no hubiera llorado desconsolada pidiendo algo de comer, lo que nos obligó ir nuevamente al Centro Histórico, donde la misma lluvia nos obligó a entrar el primer restaurante que vimos llamado “L’Enoteca”. Teniendo el nombre de uno de mis lugares favoritos en San Salvador y pensando en una pasta de mariscos al estilo de “La Dolce Vita” en el Puerto de La Libertad en El Salvador, y además viendo aquel jardín iluminado por cientos de luces colgantes, la experiencia podría haber sido más grata. Pero la verdad me quedo con La Enoteca y la pasta de mariscos del Puerto que no le tienen nada que envidiar a ninguna parte del mundo, tal vez exceptuando a la Isla de Capri en Italia.
Como dije antes, la comida en Cartagena me decepcionó, sobre todo los mariscos, y a lo mejor no encontramos el lugar adecuado para los apetitos mal acostumbrados a lo que muchas veces tenemos en nuestras narices y que vemos con nuevos ojos al comparar con experiencias en el extranjero que pensamos serán más gratas.

Y así concluyó nuestra vacación en Cartagena. Tal vez sonará soso el final, pero la ciudad nos demostró su encanto nocturno y su aburrimiento diurno, con lo cual mi veredicto apunta a que es el lugar más adecuado para Congresos y Seminarios, donde uno pasa encerrado todo el día en aire acondicionado y se explora junto con los lobos lo que la noche puede deparar. Todo es cuestión de gustos. Y para un animal nocturno cuyo intelecto se agudiza durante la ausencia de luz solar, Cartagena de Indias pasará a la historia como la mejor experiencia Chill-Out y Electrónica que hasta el momento he encontrado dentro de todo el Continente Americano.


EPILOGO:
Tengo la teoría que en cualquier ciudad que uno explore se debe ubicar lo que he llamado “el Mai Thai local”. Mai Thai en San Salvador, como mencioné antes, es uno de mis lugares favoritos en San Salvador y es fácil encontrarme… Si me quieren buscar, vayan a Mai Thai en Multiplaza y ahí nos ponemos al día de lo que acontece en nuestras vidas.
Bueno la teoría del Mai Thai local es encontrar un lugar con música Chill Out, decoración minimalista, luces indirectas de colores y sobre todo muy buen ambiente… En mis múltiples viajes a Bogotá nunca había encontrado mi Mai Thai local, hasta que gracias a Cartagena de Indias pude encontrar Sirocco Bar (http://www.sciroccobar.com/home/home.aspx) ubicado en el corazón de la Zona Rosa bogotana, donde tuve la oportunidad de ir mi última noche de ese viaje a Colombia, al final de mi jornada de trabajo, ya con Sandra de regreso en El Salvador y con sus trencitas deshechas… Eso es vida, una pequeña recompensa tras una semana de reuniones corporativas para poder sacar la personalidad animal nocturna pensante dentro de un disfraz de bohemio chic.
Busquen su Mai Thai local.
Ciao ! Proximamente… TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA !

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