domingo, 20 de julio de 2008

El Green Mill Cocktail Lounge

A la hora de la cena queríamos hacer algo especial para nuestra última noche en América, y Lycenia estaba super antojada de comer un steak a raíz de las fotos de restaurantes de carnes que habíamos visto en la revista American Way de American Airilines. Y fue así como le preguntamos al Concierge del Hotel Mónaco, dónde podíamos encontrar un restaurante de carnes que fuera bueno, bonito y barato en Chicago, a lo que él muy políticamente correcto nos respondió que no existía tal cosa en los Estados Unidos, pues no había carne “barata”, y que posiblemente podríamos encontrar buenos cortes a unos cuarenta dólares por cabeza. No me quiero hacer fama de tacaño, pues no lo soy, pero normalmente no me alimento con carnes rojas, y cuando voy en El Salvador (yo se, no es igual), un churrasco me puede salir en unos quince dólares como caro... Pero pagar un filet mignon de cuarenta dólares no estaba en mi lista de “to-do’s” en los Estados Unidos, y menos sin cuenta corporativa abierta!!! Prefería los martinis de doce dólares y las cervezas de seis. Pero la niña tenía antojo de carnes, así que fuímos a un par de restaurantes, pero ante mi poco ánimo por gastar un platal por una vaca gringa, terminamos en un restaurante al estilo cajun, que no fue nada memorable pues ni siquiera le tomé el nombre para transmitirlo a las futuras generaciones!

En su lugar, convencí a Lycenia a que fueramos a un lugar que me llamaba sumamente la atención. Buscando que hacer en Chicago un jueves por la noche, y bajo el conocimiento que es una de las capitales mundiales del jazz, había encontrado un lugar llamado el “Green Mill Cocktail Lounge” (http://www.greenmilljazz.com/ ) donde todos los jueves toca una banda de 16 músicos llamada “Alan Gresik Swing Shift Orchestra”, que por la módica suma de seis dólares tocan blues, jazz y swing de los 40’s y 50’s durante gran parte de la noche! El Green Mill no estaba cerca del centro de Chicago, creo que los 40 dólares que me ahorré en el steak me los gasté en los taxis de ida y regreso hasta la zona norte de la ciudad, pero definitavamente valió la pena. El club opera desde 1907 y fue en la década de los 20’s uno de los sitios de moda entre la mafia, cuando Al Capone compró el 25% de sus acciones, convirtiéndolo en su Mai Thai local.

La visita al Green Mill fue como retroceder un poco en el tiempo. El Big Band no solamente tocaba música de época, si no que la audiencia de todas las edades bailaba el swing como profesionales. Era interesante ver hombres de 70 y 80 años sacando a bailar a jovencitas de 20 y pico, y bailando de una forma tal que “Dancing with the Stars” se quedaba pequeño. Lycenia no fue la excepción a la regla... Nos acomodamos en un rincón de la barra al llegar y a la media hora ya un tipo la había sacado a bailar, aunque no duraron más de una pieza, pues entre que a la niña le gusta guiar y el tipo con sus pasos de swing ultra elaborados, pues rápidamente se dieron las gracias y todos seguimos degustando de la música. Algo que me llamó la atención era que entre canción y canción habían presentadores que imitaban anuncios de radio de la época, así que todo el evento imitaba un programa radial de los 40’s.

Saqué a bailar a Lycenia y no duré más de una pieza, pues por alguna extraña razón a ella le gusta guiar y no hubo poder humano que la convenciera de lo contrario, así que decidí que la Heineken en la barra era el sitio más apacible en ese momento tras tratar de perder mi independencia rítmica individual.... La bar-tender era una señora puertoriqueña en su mediana edad, quien al principio se veía sumamente seria, pero que al preguntarle su nacionalidad y escucharnos hablar en español, pues como que se ablandó un poco y nos atendió mucho mejor. La barra del Green Mill era como estar en un museo viviente. Había una caja registradora de principios del siglo XX que estaba en uso!!! Ahí cobraban las cervezas de seis dólares!!! Además había un teléfono color negro, antiquísimo, de discado manual, que pensábamos que era un adorno hasta que sonó y una persona de la barra contestó para atender a un cliente! Para rematar había a la par nuestra una rockola de discos de 45 que en los intermedios de la banda trataba de amenizar el lugar con un sonido propio de los 50’s. En general fue una experiencia muy agradable cuya relación precio-calidad es digna para una repetición... Pero no podíamos quedarnos muy tarde. Nuestro vuelo de 14 horas de Chicago a Shanghai salía a las 09:30AM, con lo que regresamos relativamente temprano (12:30N) al hotel para terminar de empacar y descansar lo posible sobre camas en tierra... Estábamos a un paso de convertirnos en Marco Polos modernos y llegar hasta los confines del mundo en el Catay!

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