jueves, 8 de enero de 2009

Excursion de un dia a Suzhou

Hablemos de Suzhou.
Tengo que confesar, que antes de ir a Shanghai, nunca antes había escuchado hablar de Suzhou, pero en el afán de conocer más allá de la gran ciudad, y ver la vida china en un pueblo “pequeño”, así como algo más “rural”, pues nos embarcamos en la reservación del tour de un día al lugar en mención, cuyos arreglos fueron hechos a través del concierge del hotel Crowne Plaza Fudan con un tour operador local llamado “Synwalk Travel”.

El folleto del tour explicaba los lugares a visitar: Tiger Hill con su Pagoda Inclinada; el templo buddhista de Han Shan; el Lingering Garden, jardines clásicos de Suzhou, parte del “patrimonio de la humanidad” según la Unesco (desde 1997); almuerzo incluído en un hotel local; el Gran Canal y las murallas de la ciudad; y para terminar, la visita a la fabrica estatal más grande (en toda China) de procesamiento de la seda.... Pensándolo objetivamente cuatro meses más tarde, no había nada de rural dentro de todo el recorrido, y probablemente el gancho era la oportunidad de visitar un templo budhista, filosofía que siempre me ha fascinado y que Lycenia ha practicado más activamente que su servidor.

Sea como sea, el martes 4 de septiembre del 2007, pasaron a recogernos a nuestro hotel a las 07:30AM, y fue ahí donde conocimos a nuestra guía por el día: una mujer muy atractiva, quien me recordó a la actriz Mia Ferrer. Nos dijo su nombre en chino, pero obviamente no se me quedó, pero también nos dió su nombre occidental: “Katherine” (Lycenia posteriormente me comentó lo irreverente que somos los occidentales por no tratar de pronunciar sus nombres chinos, lo que ha hecho que ellos sencillamente adopten nombres que nosotros podamos relacionar con nuestra cultura. Digo, nosotros no tenemos un nombre chino para que ellos nos entiendan, no?). Nuestra guía llevaba puesto un vestido blanco con grandes flores negras, y un pequeño suéter negro, por aquello que el día había amanecido lluvioso y frío. De hecho, nos hizo pedir prestados dos paraguas del hotel para así poder caminar comodamente sin mojarnos dentro de cada una de las atracciones a visitar. También nosotros tuvimos que llevar chaquetas livianas, pues si la temperatura había bajado a unos 18C, ya fresco para los que vivimos en los trópicos.

También pasamos a traer a otro hotel a una señora de mediana edad y su hija, quien posiblemente estaría en sus tempranos veintes, y con quienes al principio no interactuamos tanto, pues no solamente eran sumamente calladas si no tenían un semblante triste, algo que me pareció extraño para quien está tomando una excursión (después nos enteramos que la señora es vice-cónsul de los Estados Unidos en Shanghai, y que su hija estaba en los últimos días de visita a sus padres en el gigante asiático, de ahí asumo la tristeza que ambas tenían en sus rostros).

El recorrido entre Shanghai y Suzhou era de hora y media en autopista, y nuestro transporte era una minivan, dode tuvimos que pedir que quitaran el aire acondicionado en algún momento, ya que todos, incluyendo a Katherine, nos íbamos congelando, pues ya de por si estaba fresco en el exterior del vehículo. Nuestra guía nos introdujo con sus explicaciones al “pequeño pueblo” de Suzhou, donde aprendimos que era “pequeño” para estándares chinos!!! Su población es de tres millones de habitantes!!! Si tomámos en cuenta que Lycenia y su servidor viven en una ciudad donde el último censo arrojó un San Salvador de casi dos millones de personas, pues no me sorprende que a nivel mundial nos puedan ver como “un pueblón”!!! (algo aún más difícil para los que vivimos ahí y sabemos lo que está pasando en otras partes!). Anyway! En China no existen los pueblos pequeños! Estamos hablando de un país de 1.25 billones de almas!!! Me imagino será difícil encontrar “pueblos” del tamaño de Chalchuapa! (para los extranjeros, ese es un pueblo en El Salvador, que no creo que llegue ni a los 100,000 habitantes).
Si anteriormente no sabíamos nada acerca de Suzhou, gracias a Katherine aprendimos que es una de las ciudades más famosas de toda China, y de hecho hay un dicho local que ilustra su belleza: “Existe un paraíso en el Cielo; en la Tierra está Suzhou”. De hecho se le conoce allá con el nombre de la “Venecia del Lejano Oriente” por la gran cantidad de canales navegables dentro de la ciudad. La importancia de Suzhou se fortaleció con la construcción del “Gran Canal” que uniría a Beijing con dicha ciudad a durante el año 618 D.C., quedando estratégicamente situada dentro de las rutas comerciales del sudeste de China. El Gran Canal cubría más de 1,700 kilómetros de longitud y llegó a ser en su tiempo el canal más largo del mundo hecho por el hombre.
La importancia estratégica que el Gran Canal le dió a Suzhou atrajo a muchas familias pudientes, quienes querían establecerse en una región próspera, fértil e ideal para los negocios. Estas familias elaboraron múltiples jardines en la región, y a esto se debe que la ciudad conserva algunos de los mejor preservados en toda China, incluyendo varios que tienen la categoría de “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO. La mayoría de los jardines privados de la ciudad se construyeron durante la dinastía Ming y la Qing, sin embargo muchos fueron destruidos entre la rebelión Taiping de 1860 y la invasión japonesa de 1938. A principios de los años 50’s se inició la restauración de diversos jardines, lo cual nos permite disfrutar de ellos en la actualidad.
Llegamos a Suzhou a eso de las 10:30 de la mañana. Nuestra primera impresión fue la de una ciudad grande, con menos edificios altos, con algunas cadenas de hoteles internacionales y muchos parques y naturaleza en sus alrededores, pero en sí no variaba mucho de lo que habíamos podido observar en los alrededores de Shanghai: edificios de apartamentos de diversos pisos (3 y 4) y algunos cuantos edificios altos de 10 o 12 pisos para oficinas o negocios. Suzhou daba la idea de San Salvador, pero sin el volcán ni las montañas al fondo. De hecho estaba ubicado en una planicie enorme, donde el único promontorio que sobresalía era “Tiger Hill”, nuestra primera parada dentro de la excursión.

En la Colina del Tigre (“Tiger Hill”) se cree que está enterrado el rey He Lu, fundador de la ciudad allá por el año 500, y cuenta la leyenda que después que se enterrara el monarca, siempre se ve un tigre blanco merodeando por sus veredas. De ahí el nombre del lugar. Hicimos una corta caminata de 10 minutos para llegar a su cima, donde justo en el centro nos encontramos con una pagoda (ver fotos en el blog) de 7 pisos, con una altura de 47 metros, y construída en el siglo X. Su inclinación se debe a un desnivel en el piso y practicamente le pasó lo mismo que a su pariente lejanda en Pisa, Italia, donde el correr de los siglos la fue inclinando un poco más, y lo único que se ha podido hacer es detener su proceso de inclinación para evitar que se caiga. La pagoda es parte de un templo budhista, donde ya no viven monjes y únicamente llegan a hacer sus rituales en fechas especiales. Bajamos de nuevo al estacionamiento a través de un paraje llamado “The Hundred Steps Reach” (la vereda de las cien gradas) y donde por poco me caigo dentro de un estanque al resbalarme con lo mojado del piso, resultado de la pequeña llovizna que cernía sobre nosotros, que nos obligaba a sostener nuestros paraguas rojos del hotel Crowne Plaza en una mano y la cámara fotográfica en la otra (dejándonos sin manos para agarrarnos). Por suerte no me caí, y doy gracias a Dios pues Rose, una amiga de María Isabel, tenía la superstición que si uno se cae en alguna parte del mundo distinta a tu casa, pues que estás destinado a vivir en ese lugar. En China? Ni quiera Dios!!!

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