domingo, 23 de septiembre de 2007

La Isla del Encanto - Islas del Rosario

Los tiburones a la hora del Buffet
Los delfines en el Acuario en Islas del Rosario

E muelle en la Isla del Encanto


El autor en la Isla del Encanto

Finalmente llegamos al Paraíso! La Isla del Encanto! Desembarcamos en un muelle de madera que daba acceso a la isla y donde los guías nos llevaron hacia un claro frente a un pequeño y rústico hotel que estaba a disposición de aquellos que querían pernoctar en el maravilloso y turquesa Caribe. Y ahí nos dieron las indicaciones del caso… Teníamos hora y media para disfrutar de la playa o recibir un masaje, o tomar una cerveza o hacer lo que quisiéramos. Nos presentaron a la masajista, una morena de trenzas rasta que el guía declaró tenía las manos más suaves de toda Colombia. Y en hora y media tocarían una campana para los que quisiéramos ir al Acuario de las Islas del Rosario, para luego regresar al almuerzo buffet, descansar un rato más y luego salir de regreso hacia la ciudad de Cartagena. Muy buen plan si el objetivo es pasar el tiempo sin hacer nada más que disfrutar del ocio.

Muy obedientemente buscamos un sitio en la playa, debajo de unas palmeras, compartiendo el paraíso con otras 200 personas que habían llegado en las diversas lanchas huyendo de la aglomeración de la ciudad. Realmente el grupo era muy heterogéneo. Había gente de todos los estratos sociales, edades y género, gente muy atlética o muy descuidada, blancos, morenos, negros… Asiáticos si no vi.
Y bueno, tomamos unas sillas en la playa, nos aplicamos más bloqueador solar y no hicimos nada. Tal vez tomar un chapuzón de vez en cuando en las tranquilas aguas de la Costa caribeña. Suena fantástico no? Para los que me conocen bien, el mar me gusta para verlo, para navegarlo, para estar a sus orillas en un bar medio chill-out o en un restaurante, pero no para estar tirado sin hacer nada durante hora y media. Soy demasiado eléctrico para eso. Así que comencé a caminar y ver a toda la gente acampada en sus diversos puestos. Gente bonita, gente fea, familias con niños, grupos de jóvenes, familias con sus abuelos, y mucha gente hablando por celular diciendo: “Estamos en las Islas del Rosario”.

Por suerte, cuando me sentía ya como Robinson Crusoe, llegó viernes y tocó la campana! Hora de salir hacia el Acuario.
Y creo que esa fue la parte más interesante de toda la excursión.

El Oceanario, que es el verdadero nombre que le dan los locales (http://www.islasdelrosario.info/oceanario.html) quedaba a unos 20 minutos en un bote más pequeño, pero menos agitado (y por supuesto con los salvavidas azules comunales de rigor). Al llegar al hábitat que rodea al Acuario, me sentí transportado más hacia el Pacífico Sur que al Caribe colombiano. Habían islas e islotes de todos los tamaños, inclusive algunos que albergaban únicamente una casa. Y el agua azul turquesa profundo, combinado con muelles de madera con techos de palmera, daban la sensación de que nos iban a recibir con un collar de flores y un coco López en la mano.
Lo cierto es que nos recibieron decenas de vendedores ambulantes, que basta y sobra decir cuales eran los productos que promocionaban en ese momento, los cuales si se pasaban de largo, entraba uno directamente a ver una demostración de la vida marina de las islas, que consiste primordialmente de delfines, tiburones y tortugas marinas y de cualquier cantidad de peces tropicales. Cada especie estaba separada por una piscina natural diferente, de las cuales no se escapaban por tener una especie de enrejado acuático que les permitía vivir en su hábitat natural, pero al mismo tiempo entretener a los visitantes de tan admirable atracción.

Mis favoritos fueron los delfines, que hicieron toda clase de piruetas y que además habían nacido en cautiverio. En todas las demostraciones dieron de comer a la fauna marina para deleitar a chicos y grandes con sus explicaciones científicas y con la concientización de la limpieza de los mares. La demostración concluyó con la alimentación de los tiburones, a quienes se les puso el pescado en una pequeña tarima de madera sobre el agua lo cual los enloqueció y comenzaron a trepar unos encima de otros y pelearse por la comida, la cual se les había dispuesto en abundancia… Pero claro los tiburones son animales con cerebro pequeño.

Regresamos a la Isla del Encanto justo a la hora del buffet…
Los tiburones son animales con cerebro pequeño…
Pero eran más ordenados que los humanos tratando de alimentarse en la cola del buffet, el cual consistía mayormente en carbohidratos de todo tipo, pollo y algunos mariscos medio raquíticos. Una experiencia simplemente olvidable, pero que el cuerpo humano por su necesidad de alimentarse, y sobre todo ante la ausencia de cualquier otra opción en el medio de la nada, pues no quedaba más que hacer la cola y poner el plato para recibir una porción de comida.

Otra hora y media de playa! Y de regreso hacia la civilización. Los órganos internos me regresaron a su puesto ya que el bote se batió tanto o más que a la ida, la diferencia es que la gente se miraba mucho más alegre muy probablemente por el alcohol que habían tomado antes de ingresar a sus respectivas camisas de fuerza color azul… Ah no? Eran salvavidas?

Han visto cuando el Papa llega a tierras extranjeras, se baja del avión y besa tierra? Pues más o menos esa era la reacción que su servidor quería tener al llegar a tierra firme.
Me sentía sucio, sudado, arenoso, apestoso, desarrapado, con los pelos tiesos más parados por el viento, medio insolado, con una sed espantosa y a la propia hora del Happy Hour!
Pero no, en vez de ir a un bar, tomamos un taxi y nos fuimos directo al hotel, haciendo una pequeña parada técnica para poder reprochar a unos pobres promotores del Decameron (cuyo concepto es netamente colombiano) por engañar a los pobres consumidores por la calidad de sus servicios (OJO, Sandra trabaja en la Defensoría del Consumidor y yo a esa hora no tenía ánimos de estar escuchando explicaciones de cómo pasar de lo mejor mis vacaciones en el Paraíso).


No todo es tan malo como lo pinto. Solamente es cuestión de gustos.
Y bueno, mi teoría es que si en un viaje se tiene una experiencia no tan grata, el viaje se puede arreglar buscando experiencias gratas… Palos de Moguer, Café del Mar, El Coro Bar, Restaurante San Pedro… Son nombres que les dejaré por el momento para una próxima edición de cómo se rescató un fin de semana en el Paraíso, para lo que es un ciudadano del mundo netamente urbano y que aún no se sabe si es hippie o bohemio chic. La historia salió larga… Continuará….

1 comentario:

Anónimo dijo...

**BARBARA_ANN
Quisiera Tener Tus Alas y volar lejos, tan lejos que nada de lo que oscurese mi pasión me encontrara...
Besos

Pasa a visitarme....

http://arien3notas.blogspot.com/

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