domingo, 18 de mayo de 2008

sábado, 17 de mayo de 2008

Sacando la visa china!


Saludos desde Dallas! Será que no puedo parar? El mundo corporativo me mantiene en constante movimiento y estoy de regreso en tierras del Norte, pero recordando que hace poco más de un mes iniciamos nuestra exótica aventura por el Lejano Oriente... Es gracioso, pero la semana pasada recibí una llamada telefónica después de mi primer escrito sobre este viaje, donde me preguntaban cual era la “persona misteriosa” con la que me había embarcado en una travesía al otro lado del planeta y ahí me dí cuenta que en mi edición anterior no había mencionado para nada con quién iba de viaje, aunque asumí que en el último capítulo de Panamá habían leído que iba con Lycenia, mi buena amiga, que es más como mi hija (y no necesariamente eso significa que yo soy su “papasito”, mal pensados)... Es gracioso pues tres personas diferentes me han dicho que nuestro viaje hubiese aparentado una especie de Luna de Miel, y que porqué no nos casabamos de una vez.... Y con el gran cariño que le tengo a Lycenia tengo que afirmar que sería demasiado incestuoso pensar algo así con alguien que considero como mi hermana o mi hija.... De hecho a ella le hicieron una regresión una vez y en una de sus vidas pasadas se vió a si misma en la cuna, y adivinen quién era su padre?

Así que bueno, para desencanto de algunas personas y alegría de otras, no existe la susodicha “mujer misterio” si no que se trata de mi muy buena amiga Lycenia Castro, compañera de múltiples viajes y con quién prácticamente solo nos falta Africa y Oceanía y habremos recorrido los cinco continentes! Y ella me confesó hasta una semana antes de nuestro viaje que estuvo a punto de cancelarlo, pues ella dependía de la venta de unas propiedades para usar una parte de ese dinero para acompañarme... Y la venta se le consolidó 10 días antes de la fecha que habíamos especificado para la salida!!! Nuevamente la ley de la atracción en acción!

Así que “la niña” (apodo con el cual normalmente me dirigo a ella cuando coversamos, haciendo bromas en tercera persona acerca de nuestra supuesta relación padre/hija) me siguió ciegamente hasta la China, algo que solía decir mi buen amigo Samer, refiriéndose a cómo ella confía en mi para asuntos de viajes. Yo me había encargado de hacer todos los arreglos de hotel, transporte aéreo y terrestre, así como de un itinerario detallado, pero Lycenia no tuvo acceso a ellos si no hasta tres días antes de la salida y donde no tuvo más remedio que confiar que todo saldría bien (claro que le consulté antes acerca de los precios en los hoteles para así estar dentro de un presupuesto pre-determinado).

Lycenia además es una mujer que adora la naturaleza y el campo, y considera los rascacielos y el estilo de vida citadino como una amenaza para la ecología mundial, pensamiento sumamente contradictorio para un viaje con paradas programadas en Chicago (creadora del rascacielos), Shanghai (creadora del futuro rascacielos) y Beijing (sin muchos rascacielos, pero una sola masa de cemento), pero ante la fascinación de ver otra cultura tan contraria a la nuestra, pues un pequeño sacrificio valdría la pena por completo!

Y como les conté en el escrito pasado, Chicago era una parada técnica para tramitar la visa de turismo para ingresar a la República Popular de China, pero si estábamos ahí, porqué no aprovecharlo?? En mi caso era la segunda ocasión que visitaba “The Windy City”, siendo la primera en 1997, diez años antes, donde participé en una Conferencia Mundial de agentes de viajes Sabre llamada “SabreWorld 97”, en la cual recuerdo que también andaban los Señores Escamilla de la agencia del mismo nombre y María Auxiliadora Rodríguez de la Agencia Geotours en Tegucigalpa, pero que el tiempo me ha borrado si tenía otros clientes invitados a ver la diversidad de productos que el evento ofrecía. Lo que si recuerdo claramente es que el primer día de la Conferencia me caí en unas escaleras dentro del Navy Pier de Chicago, y terminé recibiendo primeros auxilios en un Concierto de Emmanuel (Si, el cantante mexicano) que era parte de las actividades de entretenimiento para los agentes de viajes latinoamericanos.

Para no hacer más larga la historia, caminé por Chicago en aquella ocasión como si tuviera una pata de palo, pues cojeaba al andar después de la caída (algo que no me impidió subirme a la Torre Sears y cenar en el Hard Rock Cafe)... Lo extraño de mi regreso diez años más tarde fue caminar por esas calles bajo las mismas condiciones de “patojeo”, pues diez días antes ocho personas nos habíamos quedado atrapados dentro de un ascensor para seis personas en el edificio de mi amigo Rodrigo en Bogotá, y su servidor forzó la puerta hasta lograr abrirla, saliendo disparado para huir de mi claustrofobia, sin observar que el ascensor no había quedado a nivel del piso, con lo que podrán adivinar que caí inmediatamente de rodillas, a lo que siguió un dolor relativamente soportable pero que me acompañó por casi tres semanas. Y esa primera noche en Chicago, después de salir del Metro, arrastrando las maletas y sin idea de cual era la dirección hacia la cual teníamos que caminar para llegar al hotel, contando el hecho que era la una y media de la madrugada, pues parecía el Jorobado de Nuestra Señora de París arrastrando un pie por las tortuosas aceras de la ciudad del jazz. La historia se repetía diez años más tarde!

A lo que vinimos! Temprano en la mañana (nueve AM es temprano para un animal nocturno!), estábamos preguntándole a la Concierge del hotel cómo podíamos llegar al Consulado Chino... Era una caminata en línea recta de apróximadamente diez cuadras, lo cual nos sirvió como un ejercicio matutino y preámbulo de nuestros kilométricos recorridos durante el resto de la jornada. El consulado chino está ubicado en el quinto piso de un edificio de oficinas, y fue sumamente fácil ubicarlo... Pero más fácil fue hacer el trámite, ya que en menos de 10 minutos habíamos entregado los formularios y las fotografías, y nos pidieron que regresaramos a las 2:00 de la tarde ese mismo día... No nos preguntaron absolutamente nada! Ni nuestro itinerario de vuelo, ni donde nos íbamos a hospedar, ni qué íbamos a hacer a su tierra. En sí, ha sido el trámite de visa más fácil que he experimentado en toda mi vida!! Como comentario aparte, la visa nos costó 60 dólares por hacer el trámite el mismo día, no porque el precio regular es de 30 dólares y entregan el pasaporte visado dentro de tres días hábiles... Eso sí, a ciudadanos estadounidenses les cobran 100 dólares, me imagino para hacer recíproco el cargo que dicho país hace al resto del mundo para sus trámites consulares. También el consulado chino fue nuestro primer contacto con la lengua, y obviamente nos dimos cuenta de inmediato lo perdidos que estaríamos en cuestiones de comunicación! Too late!!! Lo que nos quedaba en ese momento era aprovechar al máximo nuestra estadía en Chicago y comunicarnos todo lo que quisieramos en inglés, ya que el futuro cercano nos deparaba estar medio mudos a 13 husos horarios adelante de nuestra situación geográfica de ese momento....

sábado, 3 de mayo de 2008

Porque Chicago?


Y así fue como programamos viajar el día 28 de agosto con destino hacia Chicago, y quedarnos por 3 noches, donde el primer día nuestro enfoque sería ir al Consulado chino a hacer el trámite: http://www.chinaconsulatechicago.org/eng/
El Consulado nos pedía llenar el formulario de solicitud, presentar una fotografía tamaño pasaporte y pagar 60 dólares por el trámite (30 por la visa y 30 por entregarla el mismo día!!!). Y en una ciudad como Chicago, la ubicación es un factor determinante para no terminar pagando cantidades exhorbitantes de taxi o pasar el día entero en transporte público, pero gracias a Dios encontramos un hotel perfectamente ubicado en el corazón de la ciudad, el cual nos quedaba a pocos minutos caminando para llegar al Magnificient Mile, al Millenium Park, a la zona de teatros y restaurantes, al Chicago River, pero sobre todo, al Consulado chino!

Descubrí el Hotel Mónaco (http://www.monaco-chicago.com/ ) por cortesía de mi anterior estadía en el St. Francis Drake en San Francisco, y posteriormente al considerar mi frustrada estadía en el Hotel Rouge en Washington DC (para originalmente sacar la visa china), todos parte de la cadena de los Hoteles Kimpton en Estados Unidos (http://www.kimptonhotels.com/), que se especializa en propiedades de lujo a precios sumamente razonables y con ubicaciones inmejorables dentro de sus respectivas ciudades. No en vano, al buscar opiniones de huéspedes anteriores, pude encontrar en “Trip Advisor” que era el Hotel número 4 en popularidad de 158 hoteles con reseñas en Chicago (http://chicago-hotels.tripadvisor.com/Hotel_Review-g35805-d111492-Reviews-Hotel_Monaco-Chicago_Illinois.html ) . El hotel cuenta con una decoración impecable en cada habitación (muy a pesar de contar con un gigantesco espejo redondo enfrente de la cama y de batas tigreadas o aleopardadas disponibles para el uso de los huéspedes), y otro punto a su favor fue la ”hora social” que se celebra cada día de 5 a 6 de la tarde, en la cual dan copas de vino y bocadillos gratuitos a sus clientes en el lobby del hotel, y que en una ciudad donde los tragos tienen un precio apróximado de 12 dólares (más propina), pues definitivamente es algo que agradecimos después de largas caminatas bajo el sol y antes de poder disfrutar de la noche en la ciudad.

Gretchen Greene, es una compañera de trabajo de mi oficina de Dallas, quien al enterarse de mi parada técnica en Chicago, me bombardeó con muchos consejos al considerarla su ciudad favorita en todos los Estados Unidos. Me envió websites de los museos y de los tours de arquitectura de la ciudad, famosa por considerarse la inventora del concepto de “rascacielos”. Y fue Gretchen que me diera uno de los tips más importantes de nuestra llegada a la “Ciudad Ventosa” o “Windy City” como se le conoce a Chicago dentro de Estados Unidos, término que se utiliza desde 1876 y que hace referencia a las frescas brisas que vienen del Lago Michigan, las cuales mantienen una temperatura muy agradable durante el verano. El tip era que no tomásemos un taxi hacia la ciudad, pues no valía la pena. El metro de Chicago (http://www.transitchicago.com/ ) llega hasta el Aeropuerto Internacional de Chicago O’Hare, y con una carrera a un costo de 3 dólares por persona, estaríamos en el centro, muy cerca de nuestro hotel, en menos de 35 minutos!!! Lo que no podíamos contar a nuestra llegada a las 10:45 de la noche a dicho Aeropuerto era que la línea azul que sale desde ahí, está en proceso de reconstrucción durante las noches, con lo que tardamos casi hora y media en aparecer por las desoladas calles del centro, a lo cual le debemos sumar que nos perdimos tratando de encontrar el hotel, con lo que logramos descansar hasta casi las dos de la mañana!

Centro Europa 2006