Sigamos con la degustación de la ciudad, y retomemos la Fontana de Trevi como punto de partida en nuestra exploración!... Tras caminar tanto, con el extraño calor de abril (los mismos romanos nos dijeron que era un clima completamente inusual) y viendo las cascadas en la fuente bañando las esculturas de dioses y seres marinos, por supuesto que nos dieron ganas de refrescarnos... Y que mejor para eso que un auténtico gelato italiano (helado, sorbete, o como se diga en sus respectivas tierras). Ubicada en la esquina derecha de la Fuente (si se ve de frente), esquina opuesta a la tienda de Benetton y en frente de donde permanentemente se mostraba una escultura viviente simulando a la Estatua de la Libertad en Nueva York (me imagino que muy conveniente para recibir propinas, por aquellos de los que “añoraban” su tierra natal), pues ahí hay una gelatería que no se si venderá los mejores helados de Roma, pero que es muy conveniente para hacer una parada técnica y endulzar un rato nuestros sentidos.
De hecho, en mis múltiples viajes a Roma, siempre regreso a comer un gelato en ese lugar, y es más por razones sentimentales... Cuando con Lycenia en el 2002 escaparamos hacia Roma huyendo del frío irlandés, llegamos a la Fontana di Trevi y descubrimos por primera vez esta gelattería. “Ay, que bueno, comámonos un sorbete!” fueron las palabras de Lycenia en aquel momento.... Tengo que advertirles que la historia mostrará una faceta de “Pato Donald” que me han atribuído algunos amigos en más de algún momento. Para entender el conexto, retomemos mi abrigo color camello comprado en Vía Ottaviano. Estaba nuevecito. No tenía ni 24 horas de habermelo puesto.... Además tenía en mis manos un back-pack color negro recién comprado (y después me pongo a criticar a mi mamá), una bolsa plástica llena de botellitas con agua que habíamos conseguido a un módico precio y un largo paraguas rojo, que comprara después del chaparrón de agua del primer día y que cargaba de arriba a abajo, con el karma de que como lo andaba cargando, pues no iba a llover.Lycenia quería utilizar el baño de la gelattería... No había problema, el baño era gratis para los clientes, pero teníamos que pagar los helados antes de que le permitieran su uso. Listo. Sabores? Para mi caramelo... Para Lycenia... CHOCOLATE.
Perfecto... Pagamos, ella pasó a hacer sus necesidades más básicas y yo me quedé ordenando los gelatos en el mostrador. Conos per favore.... Este helado está delicioso!... 2 minutos, 5 minutos, 10 minutos... Lycenia no salía, y algo muy natural de la vida... Su helado se comenzó a derretir... Es más, su helado de chocolate, se comenzó a derretir en mi abrigo color camello... Me había terminado mi gelato y Lycenia no salía... Y yo la esperaba en la callejuela de la entrada, con su helado de chocolate goteando por todas partes... Y....
Yo estaba con mi abrigo nuevo color camello, saboreando un gelato de caramelo y deteniéndole el helado de chocolate a mi amiga en lo que ella podía finalmente usar un baño después de todo un día de caminar y caminar... No contaba la pobre con que la mitad de los turistas de la ciudad habían tenido la misma idea, y que además de encontrarse con una cola de gente casi comparable con la de los Museos Vaticanos, tuviese que soportar el abuso de tiempo de una tipa que tomó más de 15 minutos en salir del único baño disponible del establecimiento.
Por supuesto que ahora puedo contar con conocimiento de causa que es lo que detenía a Lycenia “allá adentro”, pero en aquel momento, cuando su helado comenzó a derretirse, lo único que se me venía a la mente era “qué tanto hace en el chele-bocón” (traducción para los extranjeros, pues no creo que salga en Wikipedia, “chele” en El Salvador significa “de color blanco”, y bocón... pues que tiene la boca grande. Con esto pueden sacar sus propias conclusiones de mi comentario)... Y la dulzura de mi caracter comenzó a agrietarse con cada minuto que pasaba, y sobre todo después de haberme terminado mi sorbete de caramelo. Recuerdo que en el local tenían una calefacción muy agradable, haciendo que el helado de chocolate se derritiera más rápido... Y como la ira ciega los sentidos, en vez de tirar ese helado y comprarle otro cuando saliera, pues me fui al exterior de la gelatería para que según yo “dejara de derretirse” (proceso ya inevitable). Mi persona se presentaba como un panorama completamente absurdo, y hasta una señora encopetada con un abrigo de piel “de los de verdad”, quien estaba sentada afuera del local, se me quedaba viendo con unos grandes ojos de “no puedo creer lo que hace este idiota”, cuando yo murmuraba conmigo mismo observando al helado de chocolate derretirse en mis manos.
Finalmente apareció Lycenia, a lo que le dije: “Que tanto te tardaste? Acá está tu sorbete.” Y Lycenia, lo tomó en sus manos, pero no pudo reprimir una carcajada al ver este espectaculo tan irreal, lo cual incrementó mi enojo... “Lo hubieras botado” fueron sus palabras, a lo que respondí en buen salvadoreño “Hoy te lo hartas” (para los extranjeros, no es la mejor forma de expresarse... sobre todo con una amiga) y hasta ese momento aún no me había dado cuenta que el abrigo nuevo color camello (comprado el día anterior, no tenía ni 24 horas) tenía manchas de chocolate en diversos puntos muy visibles... En ese preciso instante es cuando me dió el efecto “Pato Donald” y comencé a caminar sin un rumbo específico, invocando a los cien mil demonios, y Lycenia muerta de la risa caminando unos pasos atrás, con su pedazo de gelato en la mano.
Pero no llegué muy lejos, pues si recordaran en la mano llevaba una bolsa plástica llena de botellitas con agua, un enorme paraguas rojo y un back-pack recién comprado pero doblado dentro de otra bolsa de compras, todo lo cual de repente me estorbó y parándome en seco, tiré todas las cosas al piso con el propósito de consolidarlas dentro del back-pack. Mi amiga se quedó de pie a mi lado pero con cierta distancia como para decir “yo no lo conozco”.
Y fue en ese momento culminante del berrinche, cuando percibimos una luz automática que en estos modernos tiempos es sumamente fácil asociar con un “flash” de cámara fotográfica... Y efectivamente eso era... Había una mujer con todo el aspecto de turista, sentada en las mesitas de afuera de un café, justo al lado de donde toda la escena estaba ocurriendo... El flash nos hizo reaccionar a Lycenia y a mi, y ambos vimos a la mujer, quien observó que nos habíamos dado cuenta de su actitud de “paparazzi” y no sabía qué hacer, pues me supongo que por su mente pasó que el “hooligan” que tenía enfrente le iba a romper la cámara o algo peor... Y mi reacción fue completamente contraria, comencé a reir... una risa incontrolable... Lycenia me imitaba ... Me dí cuenta de lo absurdo de todo... La mujer vió mi reacción histérica, y probablemente quizo documentar a un italiano loco, famosos por sus reacciones coléricas en público... Por berrinchudo me habían tomado una foto! Y el enojo se me fue de inmediato!... Estábamos en Roma, a un día del Nuevo Año, disfrutando de lo lindo... Y una turista me tomó una foto, la cual ahora ha de estar adornando un albúm de experiencias de viajes, o un blog, o peor aún, en algún periódico local en Europa bajo el titulo “la histeria italiana por las compras de último minuto”. Y qué pasó con la turista? Sinceramente no se, pues continuamos nuestro camino por otro rumbo.
Creo que con Lycenia hemos contado esta historia a muchas personas y a nadie le ha dado risa... Me imagino que está muy cargada con elementos que me delatan como un ser histérico, aunque quienes me conocen saben que no es mi estado regular si no más bien momentos de “lapsus mentis”. En todo caso es parte de la historia escrita de esa esquina, de la gelatería sin nombre específico, donde regresé en 3 ocasiones más, en 3 años diferentes, una de ellas con Lycenia, y que comer un gelato ahí, recordando lo absurdo de mi historia, es parte del ritual de tirar la moneda en la Fontana di Trevi. Y este viaje del 2007 no fue la excepción... Mi mamá y Mabel escucharon la historia en el propio lugar de los hechos, y posteriormente pedimos un helado por la nostalgia de viajes pasados (aunque mi mamá no probó el gelato, pues dice que la leche le cae pesada, aunque me imagino que el vino espumante no le hace daño, pues a ese nunca le dijo que no).